martes, noviembre 03, 2009

Recuerdos que duelen

A 222 km se encuentra una tierra candente, una tierra de azúcar, celulosa y cebada, de mórbidas y torneadas carnes, de agonizantes mariposas en la corriente sin fin... eterno calor asfixiante...
ahí crecí y pasé mi infancia, corriendo y jugando bajo la sombra de los árboles que en el amplio patio de la casa había, mangales, naranjos, cocoteros, zapotes, pomelos, guayabos y cafetales....
me gustaba escuchar el murmullo del viento colandose por las ramas de los árboles y sentir como refrescaba mi piel...
en esas tardes de otoño cuando las hojas caían de las ramas era para mi... la señal, de que ya pronto el olor del copal inundaria la casa y que pronto la fiesta de muertos llegaría...


hace un año allá, en la tierra que me vio crecer, aún se percibio el olor del copal inundando los rincones de mi antigua casa... aún se percibio el olor de las flores de zempazuchitl, aún se erigio en el mismo lugar que muchas lunas y soles antes, aquel altar que a mi tanto me emocionaba cuando era un niño, aunque... no pude olerlo y ni verlo pues aún me encontraba en prisión a la espera de mi liberación o mi condena, con cuanto dolor lamento no haber podido estar ahí; pues 6 días después mi abuelo moría y ese era el último altar que hacía en memoria de sus padres y de mi abuela, la mujer que lo acompañó durante tantas jornadas de camino...


este año mientras recorría los caminos polvorosos de estas colonias llevando y trayendo a la gente que hacia los preparativos para su altar, dolorosos recuerdos hirieron mi mente e hicieron de estas fiestas; tan esperadas y hermosas en mi infancia, algo amargo y desdichadas en estas tierras tan alejadas del campo donde yacen los restos de mis viejos... cruel el destino que me puso a recordar pasados ayeres cuando en compañía de mi abuelo cortaba las flores, las cañas y demás frutas para adornar el altar mientras de la cocina salian los olores de los guisos que mi abuela preparaba.... hoy nada de eso hay, solo el tormento de recordar mientras ayudaba a gente extraña en los mismos menesteres...


tumbas adornadas con multicolores y olorosas flores, ofrendas culinarias depositadas en los nichos, toda la familia reunida alrededor de las lápidas recordando al ser que ya partió, y en contraste con la algarabia de los alrededores, un par de tumbas olvidadas en el tiempo, pidiendo a Dios por que este no sea el fin de mis viejos y levantando mis ojos humedos hacia el cielo cargado de nostalgicos tonos grises les pido perdon por no estar con ellos, recordandolos como me enseñaron cuando niño.
En memoria a mis abuelos Benjamín y María.

No hay comentarios.: